Aulas sin Constitución, por María Bernal

Aulas sin Constitución

Si hay una comunidad autónoma que más recorta en Educación en nuestro querido y épico país, esa es la nuestra, la de Murcia, ¡qué hermosa eres! Y la verdad es que es más hermosa de lo que la consideramos, aunque los que tienen el mando no pretendan que así sea. Demasiados golpes de pecho, demasiadas promesas incumplidas y demasiado aferrarse al poder sin importarles para nada lo que realmente necesitamos en las aulas.

Fue en 2012 cuando las tijeras se convirtieron en el complemento circunstancial de instrumento de la Consejería de Educación, que decidió por activa y por pasiva que sus docentes perdieran salarios, beneficios sociales, condiciones de jubilación a cambio de castigarlos con el aumento de las horas lectivas y de las ratios en las aulas. Para que lo entiendan, sin apenas huecos en el horario lectivo para gestionar problemas y con clases de veintiocho, treinta y si me apuran, hasta treinta y cuatro alumnos, avanzamos con muchas dificultades hasta una meta a la que cada vez cuesta más llegar por las precariedades del sistema.

Doce años de manifestaciones y huelgas para seguir prácticamente en la misma situación, con alguna mejora para callar bocas y poco más. Doce años de reivindicaciones de este sector que ya ojalá se viera igual de apoyado por los murcianos como se ha visto el de los trabajadores del campo en los últimos meses. Pero claro, parece ser que nuestra lucha no le interesa mucho a parte de la ciudadanía, que vive con la inquina de la figura del docente por todos los mitos que se han ido escribiendo.

A esta inestabilidad hay que añadir que Murcia, según el último informe de la OCDE en diciembre de 2023, quedaría a la cola en ciencias, matemáticas y lectura. Algunos expertos le echan la culpa a los efectos devastadores de la pandemia, pero es muy fácil escurrir el bulto cuando las deficiencias no son producto de una pandemia que ya ha pasado y de la que a nivel académico ya ha debido dar tiempo a recomponerse, sino de no invertir desde hace más de una década en la educación pública murciana que esta tierra merece.

Y para paliar esta insuficiencia respiratoria de la educación murciana que a los docentes tanto nos preocupa, porque nos falta oxígeno para llegar a fin de mes en la enseñanza del día a día, llega Fernando López Miras y nos presenta como efecto contraproducente la implantación en Murcia de una asignatura sobre la Constitución Española. Encima, no sé si con ánimo de vacilarnos, como hacen algunos alumnos en las aulas, afirma que el objetivo es que el alumnado refuerce su cultura democrática.

¿Cultura democrática con 15 años? Piensen en lo siguiente: chavales de 3º de ESO, reforzando sus conocimientos sobre la democracia cuando precisan inminentemente aprender a hablar y a escribir bien. Los que abogaron por el pin parental ante el miedo de que los docentes adoctrináramos a sus hijos en las aulas, como si fuéramos líder de una secta, son los que ahora te imponen, asesorados por juristas, una asignatura, a merced de ese miedo repentino de poder perder el bastón de mando si el pueblo progresa. Y no hablo del contenido, sino del método y de la edad receptora, ya que estas criaturas necesitan muchos dictados y mucho sumar y restar, antes de ponerse a leer y no entender derechos y deberes democráticos.  Es inconcebible para menores de dieciocho años por la falta de madurez y por el tedio que supondrá mantenerlos expectantes durante ciento diez minutos a la semana por muchas situaciones de aprendizajes que la enfoquen con un método atractivo.

Pero vamos a lo verdaderamente necesario. Esos chavales tienen un nivel de lectura comprensiva muy bajo, lo que implica una dificultad desmesurada para escribir bien, tienen faltas de ortografía a destajo, fallan en cálculo mental y en la resolución de problemas donde tienen que aplicar la lógica y no tienen cultura sobre aspectos tan imprescindibles, como las ciencias, la historia, la música o el dibujo o el propio deporte.

Sin embargo, en Murcia se apuesta por la cultura democrática, en lugar de invertir para que haya más horas de las materias mencionadas anteriormente, para que llegue un profesor sustituto lo antes posible o para que haya más horas de atención a la diversidad que urgen para apostar por la inclusión y por el derecho a la educación que todos merecen.

Menos teoría de la Carta Magna y más aplicar esos derechos que se recogen, entre ellos, el derecho a una educación que no discrimina y que es eficaz y eficiente, rasgos que se consiguen destinando un dinero que por el momento Murcia no va a designar. Y es que lo que queremos muchos docentes son aulas sin Constitución, porque consideramos más esencial que un pueblo sepa leer y escribir bien para que el día de mañana no sea manipulado.